TorreAlta como símbolo de lo que no queremos en Extremadura. Explotación, subvención y miedo.

Hace escasamente una semana fueron despedidas cuatro trabajadoras de la empresa TorreAlta, en Guadiana. «Traeros desayuno, comida y cena», les dijo el encargado cuando las cambiaron del corte en el campo a la central hortofrutícola.

El gran delito de las jornaleras despedidas fue atreverse a cuestionar los turnos de 13 y 14 horas, impuestos por la empresa. Horas que además son abonadas todas como normales y no como extraordinarias, «No vais a volver ni a la central ni al campo», les dijo el dueño, que quería convertir los despidos en un escarmiento contra cualquier veleidad reivindicativa presente o futura.

El atropello en esta empresa y en las otras grandes centrales hortofrutícolas de Extremadura no es nuevo. En TorreAlta, por ejemplo, si la máquina se para las trabajadoras no cobran esas horas. Les regatean las peonadas de la seguridad social. E incluso les apuntan el número de veces que van al baño. Hace dos años la Asociación 25 de Marzo denunció ante la Inspección de Trabajo a la empresa, que no pagaba el salario mínimo. Pero, por lo que se ve no sirvió de mucho…

Y otro tanto podría decirse de algunas de las otras grandes centrales, como Tany Nature, donde a centenares de trabajador@s se les niega la condición de fijo discontinuo a pesar de llevar currando allí seis, ocho o diez temporadas. O en Haciendas Bio, donde la empresa ha impuesto un sistema de recogida de fruta a destajo, algo completamente ilegal y que no ha sido capaz de implantar en otros centros de trabajo.

Afruex se llama la patronal a la que pertenecen estas tres empresas y otras grandes, que son las responsables de que en Extremadura el mayor colectivo de trabajadores, el del campo, no tenga ni siquiera convenio en este momento.

Explotación, subvención y miedo son las tres palabras que caracterizan el sector de la fruta en Extremadura y que explican los enormes beneficios de estas empresas. Explotación a las trabajadoras, pero también a los pequeños campesinos que se ven obligados a malvender sus productos a las centrales que controlan la cadena. Subvención y protección por parte de los poderes políticos y en especial de la Junta de Extremadura, que les hincha con dineros públicos y que está contribuyendo a crear los nuevos latifundios agroindustriales que ya dominan el antiguo Plan Badajoz. Y miedo, miedo al paro y miedo a la emigración, miedo que alimentan todos los días.

El jueves pasado se celebró en Guadiana una asamblea de solidaridad con las compañeras despedidas. La empresa había movido sus hilos, sus contactos. «No han comunicado la concentración y de arriba nos han dicho que si hace falta lo disolvamos a palos». No les basta con explotar a la gente humilde en el trabajo, encima quieren que sintamos permanentemente la amenaza, la espada de Damocles de la represión. La asamblea se celebró en la plaza. Y a 50 metros de allí, un coche de la Guardia Civil. El miedo de siempre en Extremadura, rancio, centenario, sobrevolándonos, guardando la viña de los amos. ¿Hasta cuándo?

Pero esta vez no les salió la jugada. Una de las compañeras despedidas, con voz serena y emocionada, mencionó las dos palabras fundamentales. Tengo Miedo sí, pero también Dignidad. En eso consiste esta nueva herramienta balbuciente que está naciendo en Extremadura, el sindicato 25 de Marzo. Organizar las soledades, dar nuevas raíces y vuelo a las palabras decisivas: conciencia de clase, solidaridad, dignidad, unidad, lucha.

El día 20 de agosto, en Guadiana, volvemos a la carga. Ya lo dijo Ernesto Guevara: si el presente es de lucha, el futuro es nuestro. 

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